No quiero ser un Recuerdo

Te he observado tantas veces en silencio como
duermes, que ya me sé de memoria las dieciséis
vueltas que te das en la cama antes de conciliar el
sueño.
Te recuerdo tanto durante el día, que ya puedo trazar
una galaxia con todos los lunares que habitan tu
rostro.

Y no, no me canso de imaginarte.
Tú, ¿pensarás lo mismo?

Te escribo poemas cada vez que puedo, aunque no te
los entregue. Siento que, si lo hago, quedaría
desnudo, sin reservas. Sin ese pequeño mundo
paralelo que me permite amarte, también en silencio.

Cuando nos vemos, me sudan las manos como si
fuera el primer día que comenzamos a salir, hace un
par de años, en la heladería de la plaza. Tú con tu
helado pistacho y yo con mi chocolate suizo.
A veces pienso cuán rápido ha pasado el tiempo.

Cuando fue la primera vez que hicimos el amor o
cuando decidimos entregarnos incondicionalmente el
uno al otro.

No quiero que el tiempo entre nosotros pase rápido,
como el flash de una cámara. Quiero hacer eternos
todos los momentos que compartimos, que pasen en
cámara lenta. Como las jugadas polémicas del
partido del fin de semana. Ojalá repetirlos hasta el
cansancio, como el gol de Salas en Wembley.

Que una pequeña piedra haga de tope, en el reloj de
arena que cuenta los minutos cuando estamos juntos.
Aunque también entiendo que el futuro es incierto y
no sabemos qué pasará mañana.
Las ganas están, el amor también. Pero
lamentablemente el futuro es así, no lo podemos
manejar.

No sé si mañana estaremos juntos, no sé si lo nuestro
sea eterno.

Pero lo que si se, es que no quiero ser un recuerdo.

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