En los 90´, se definía el siglo XXI como la “Era Espacial”. Donde lo contemporáneo daría paso a una vida llena de cohetes, ciudades satélites y latidos estratosféricos.
“Seremos dominados por las máquinas”, decían algunas. “No tendremos privacidad”, argumentaban otros.
En el año 2.000, el Y2K (supuesto colapso computacional) nos llevó a pensar que la humanidad terminaría su existencia, que el calendario se acabaría y, por ende, también las cuotas del banco.
Para que hablar del 2012 y las teorías mayas sobre el posible acabo de mundo.
Claudia, mi fallecida profesora de historia, sería la primera defraudada al conocer la realidad actual.
Nuestro presente fue cambiando de rumbo, a tal punto, que nuestras miradas no apuntaron al cielo, sino que a nosotros mismos. El futuro no estaba en Marte, ni en los agujeros negros que fotografiaba el Hubble. El verdadero porvenir estaba en nuestro interior… El individual y el colectivo.
Hace pocos años, en todo el mundo, comenzó una corriente de idealistas digna de igualar la revolución industrial del siglo 18. Con la diferencia de que, el descontento general, nos llenó de líderes comunes y corrientes, sin apellidos estratosféricos ni ceros en la cuenta corriente.
Hablo desde la garganta Latinoamericana, que recién 30 o 40 años después de los gobiernos militares, han decidido salir a las calles y apuntar a la autoridad con los dedos cansados de injusticia social y de ver, como su trabajo, abulta los bolsillos ajenos, la mayoría extranjeros, de patrones que nunca han pisado el barro.
En febrero del 2021, la misión Perseverance llegó a marte luego de 12 meses de viaje. Su objetivo: Buscar indicios de vida en el vecino planeta y también, analizar la posibilidad de instalar una base colonizadora.
Todos sabemos lo que ocurre cuando se quiere colonizar o conquistar una tierra. Basta abrir un par de libros de historia, incluyendo la Biblia o cualquier escrito religioso, para entender que cada intención del hombre por conquistar un territorio ha sido manchada con sangre. La mayoría… de gente inocente.
Desde Napoleón hasta la Reina Isabel. Vietnam, Irak, Kosovo, y la más reciente Ucrania.
Todo converge en destrucción, balaceras maratónicas y madres enlutadas.
La acumulación de poder ha sido la principal meta desde los tiempos de Carlo Magno, los persas, e incluso los vikingos. Algunos, con el pecho en alto declarándose genocidas y otros, cobardemente, escondiendo la sangre de sus manos bajo las plegarias de algún Dios pagano. Con el castigo a cuestas de un padre nuestro y 3 ave marías.
Si bien, la tecnología ha llevado a humanos comunes y corrientes al espacio (previo entrenamiento), hay que tener varios ceros en la cuenta para obtener un ticket. Es por ello, que la mayoría ha preferido aislarse del afluente digital y pasar a un estado vegetal/intelectual. Podríamos llamarlo como una pausa general, un punto de equilibrio de pocos adeptos que, con el curso de los años, ha tomado relevancia dentro de la evolución humana.
- ¿Para que huir del planeta?
- ¿Cuál es la mejor solución para la mayoría?
- ¿Podemos salvarlo?
Preguntas. Simples cuestionamientos que pasaron de, comentarios de pasillo, al tímpano de una masa minoritaria. Sin embargo, gracias a las redes sociales, se ha expandido como copucha de adulterio, en un pueblo chico.