Ya no soy tan joven, y no creo necesario el asombro.
Las evidentes marcas de expresión me darían pase libre en cualquier asilo. Y el hígado… bueno, está jugando gratis desde los 25.
En el gimnasio, la rodilla izquierda se tranaforma en metrónomo con cada sentadilla. Eso recuerdo de las pocas veces vez que fui.
Ya no soy aquel veinteañero con energía para repartir al mundo… Y me gusta que sea así.
¿Qué querías? ¿Que jugara 3 partidos seguidos y volviera a casa trotando?
No, eso ya es pasado. Pero del bueno.
“Cambia, todo cambia” … es el coro de una preciosa canción argentina. Y es verdad: La ponchera creció exponencialmente, las cenizas se apoderan poco a poco de la cabellera, y también, comencé a aceptar creencias que ayer veía lejanas; como aceptar a quienes van al estadio vestidos de azul.
Ya no vivo como un rompehielos; avanzando a toda costa, sin importar lo que quiebre a mi alrededor. Ahora soy mas cauto… Cultivé la empatía, y, de ser un rompehielos, me transformé en un bote pescador. Evidentemente es más pequeño, pero en la caleta hay mas botes con quién conversar y jugar ajedrez.
Es imposible pedirle a los demás y, sobre todo, a sí mismo, mantenerse igual que hace 10, 15 o 20 años. Es como exigir que un velociraptor te entregue un Rappi, o que Gabriela Mistral de clases con un silabario.
¿Se imaginan seguir viviendo en los 90”?
No se ustedes, pero no me gustaría ver al senador vitalicio. Ni tampoco viajar en una micro pasada a cigarro.
¿Ven? Como dice Drexler: “Todo se transforma”. El tiempo se mueve como un tornado, con nosotros al medio girando de un lado a otro. Y es inevitable que los años aparezcan en la siguiente vuelta.
Pero en el trayecto no perdemos la escencia, todo se transforma. Sigues siendo el mismo árbol, pero cambiaste la tierra por una que aguantara la belleza de tus hojas. Las raíces dan cuenta de nuestro pasado, pero nosotros decidimos por cual tomamos agua.
Aunque, hay situaciones o momentos que llevamos tan adentro que es imposible alterar. Las mías son:
Comer 2 marraquetas al desayuno, probar el caldo Maggi cuando estoy cocinando, y el pánico escénico a patear un penal.
¿Cuáles son las tuyas?
Por si no te diste cuenta, te lavas los dientes de la misma forma hace… mínimo, 10 años. Igual que como te abrochas los zapatos.
Pero, ese no es el punto.
Solo quiero recomendar que vivamos cada etapa de nuestra vida, siendo quienes queremos ser. Sin las presiones de la sociedad, ni de la publicidad de cremas corporales.
Lo que importa eres tú. Quien se atreva a quererte, debe entender que el envase es solo una parte de ti. Que, por dentro, hay un universo inexplorado. Donde se pueden encontrar tesoros y cuevas inhóspitas. Pero, sobre todo, sinceridad.
La silicona y el ácido para el contorno de los labios tienen fecha de vencimiento.
El corazón se detiene, cuando no puede entregar mas amor a este mundo.
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